sábado, 1 de junio de 2013

Los relojes centenarios del Central de Aragón


       El objetivo fundamental de una empresa ferroviaria es el transporte de personas y mercancías con seguridad y regularidad.

     Se ha escrito mucho respecto a la seguridad ferroviaria. Por ello este aspecto es suficientemente conocido y cuenta con fuentes bibliográficas abundantes para el aficionado interesado en este tema. Sin embargo ha sido poco lo estudiado respecto al segundo de los aspectos prioritarios en el ferrocarril, es decir, la regularidad.

Frontispicio de la estación de Teruel con su reloj

Torre del reloj de la
estación de Toledo
     Cuando hablamos de regularidad ferroviaria solemos pensar en los horarios de los trenes y en su cumplimiento. Lo que frecuentemente pasa desapercibido es que este aspecto tan importante como la regularidad de los trenes sería imposible sin una instalación fundamental aunque muy desconocida en el ferrocarril: el reloj. El papel de los relojes es tan importante para el servicio ferroviario que en todas las estaciones este elemento ha tenido un lugar destacado en su fisonomía, e incluso, en las principales, el reloj se sitúa en un puesto preferente en la fachada de la estación, o ensalzado en una “torre del reloj” que permite verificar desde la distancia el cumplimiento (o no) de la mencionada regularidad ferroviaria. De hecho, tradicionalmente las instalaciones de cronometría han estado incluidas en el departamento de mantenimiento de telecomunicaciones, es decir, junto con los elementos que permiten la coordinación ferroviaria entre estaciones (sic).

      Por ello en este artículo quiero homenajear y evocar el gran valor histórico de uno de los elementos originales del Ferrocarril Central de Aragón que mejor conservado ha llegado hasta nuestros días, como son los relojes de transmisión mecánica del Central de Aragón construidos por el fabricante alemán J. F. Weule.



Johann Friedrich Weuler
     Los relojes de estación originales del Central de Aragón fueron construidos a finales del siglo XIX por la firma relojera de Johann Friedrich Weule de Bockenem am Harz. Este relojero creó esta empresa de relojería y fundición de campanas en 1836 y pronto adquirió gran fama por la elevada calidad de sus relojes, muchos de los cuales se destinaron a usos públicos, no sólo en estaciones de ferrocarril, sino también en campanarios de iglesias y torres de ayuntamientos y otros edificios públicos. Una de las principales ventajas de estos relojes era que contaban con un péndulo de un metro de longitud, que comportaba una oscilación completa cada dos segundos y un pequeño y compacto mecanismo que permitía que la cuerda del reloj durase una semana con lo cual ya no era necesario darle cuerda diariamente. Además, un sistema de transmisión mecánica por cardan permitía separar las esferas del mecanismo del reloj propiamente dicho, situando la maquinaria en un plano inferior, lo que facilitaba enormemente las labores de mantenimiento.

Grabado de un reloj
J. F. Weuler en 1880
Reloj restaurado en
la estación de Teruel

Reloj interior en su mueble en la sala de espera
de la estación de Teruel


Esfera superior del reloj  construido por la casa
J. F. Weule

     Las piezas y engranajes de los relojes de este fabricante presentaban un elevado grado de estandarización, aunque los montajes eran diferentes para distintos modelos, según mostrasen solamente las horas o tuviesen otros elementos incorporados como carillones o indicadores astronómicos.

Mecanismo del reloj
Vista del mecanismo, péndulo y pesa




















      Los relojes emplazados en las estaciones del Central de Aragón estaban constituidos por un bastidor triangular situado en la posición central de un armario vertical de madera. El bastidor se acopla al péndulo, también sujeto por el soporte del bastidor a través de un fleje formado por dos láminas de acero. Cada pieza de un único mecanismo va marcada con un indicador propio para identificar el reloj del que forma parte. El reloj se alimenta de una gran pesa de hierro macizo unida al tambor mediante un cable de acero que pasa por un juego de carruchas. Esto permite una gran longitud de cuerda para un funcionamiento prolongado sin que la pesa alcance el suelo. La gran longitud del péndulo permite un periodo de dos segundos por ciclo, es decir, de un segundo por cada oscilación. Para su correcta regulación dispone de una rosca con aguja indicadora en el final de la pesa del péndulo.

Marca identificativa del reloj. Se graba en todas las piezas del mecanismo

Esfera superior de porcelana con la marca del fabricante


     Acoplado al mecanismo del reloj y a través de un embrague, un cardan vertical transmite el movimiento rotatorio del reloj a la esfera superior. Esta esfera está situada en la parte alta del cajón donde se sitúa el reloj y orientada de manera que permanece visible para el factor de circulación. De esta esfera parte un nuevo cardan vertical que sobresale del armario por la parte superior hasta un rótula que transforma la rotación vertical en horizontal y permite la salida de un nuevo cardan horizontal que atraviesa la pared de la fachada hacia el exterior. En el exterior se sitúa un gran bastidor decorado que alberga las dos grandes esferas de reloj que, orientadas a cada lado de la estación, permiten que el viajero vea la hora. Este es el elemento exterior más característico de esta cronometría y que da nombre a este tipo de relojes denominados “de nariz”.


Exterior del reloj en el Puerto Escandón,
donde todavía perduran las transmisiones mecánicas 


     Una vez que el cardan llega al exterior de la estación por el lado del andén se acopla a un juego de engranajes que bifurcan el movimiento rotatorio y lo trasladan en ángulo conveniente hacia las dos esferas exteriores. Con todo este complejo mecanismo de transmisiones mecánicas se consigue que la indicación de las tres esferas del reloj siempre sea la misma. Con ello se asegura que la hora que ve el factor de circulación y sirve de referencia para la circulación ferroviaria es la misma que ve el viajero. La carcasa exterior del reloj de andén cuenta con unas trampillas inferiores para acceder al interior y un tejadillo a dos aguas disimulado mediante un dosel que también dispone de una pequeña chimenea para facilitar la salida de humos del quinqué que por la noche ilumina las esferas desde su interior.

     Todos los relojes de todas las estaciones debían señalar la misma hora. Para ello, periódicamente el Puesto de Mando de Valencia realizaba una llamada general en la que daba la hora “oficial” y que debía ser ajustada en ese momento por el personal de las estaciones.



Reloj restaurado en el Museo del Reloj
de Niederwiesa en Chemnitz (Alemania) 
Reloj restaurado en el andén
de la estación de Teruel


     La extraordinaria calidad y robustez de los mecanismos de estos relojes de J. F. Weule, junto con el esmerado mantenimiento de que han sido objeto durante muchos años han permitido que muchos de ellos hayan sobrevivido hasta nuestros días. Uno de los ejemplares en mejor estado de conservación y en estado de marcha se halla en la sala de espera de la estación de Teruel. Debido a la reubicación de este reloj y por razones de eficacia, la transmisión exterior se ha eliminado y las esferas del andén actuales cuentan con alimentación eléctrica y regulación por satélite.
 
     En a la actualidad la Asociación Turolense de Amigos del Ferrocarril se halla en proceso de rehabilitación de uno de estos ejemplares que esperamos que pronto luzca en la sala de exposiciones de nuestro local.

CS

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